martes, enero 17, 2006

Aire

Desde hace algunos días, desde el 9 de enero para ser más precisos, rige en la ciudad de Rosario (y creo que en toda la provincia de Santa Fe) la ley antitabaco gracias a la cual no se puede fumar en los lugares cerrados de uso público (bares, dependencias oficiales, restaurantes, comercios y un largo etc). Entiendo perfectamente la algarabía que esto generó en los no-fumadores y en las no-fumadoras que están hartos y hartas de respirar los residuos de los vicios ajenos. Yo misma fui no-fumadora hasta hace poco más de dos años (sí, sí, me agarró de grande, qué se le va a hacer) y era bastante intolerante con el asunto. Pero ahora veo las cosas de un modo un tanto diferente y me pregunto qué van a hacer dentro de unos meses, cuando el calor se vaya y en los bares ya no se pueda fumar ni en la vereda. ¿Qué van a hacer con la furia de los dueños de los bares, restaurantes, maxi-kioskos, paradores de las estaciones de servicio y afines cuando baje notablemente la facturación de los locales dado que los fumadores comenzarán a permanecer menos tiempo en esos lugares? ¿Qué pasará entonces con las instancias comunicativas que el relax del café y el cigarrillo favorecen cuando termina una alienada jornada laboral o se abre un ratito en la agenda para un encuentro o para la meditación solitaria? Más teniendo en cuenta que dicha legislación no hace lugar a la posibilidad de que se habiliten bares exclusivamente para fumadores. Ojalá que la respuesta sea que se abrirán nuevas instancias y espacios de encuentro y de comunicación para todos, pero lo cierto, es que lo dudo bastante...

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