viernes, agosto 15, 2008

ínfulas

Porque desde hace un tiempo este blog ha caído en la abulia, el silencio y la melancolía, veamos si podemos salir un poco de ahí. Para ello, subo un texto que escribí hace un tiempo; una especie de autorreportaje a pedido de Romina Freschi, sobre una frase o verso que me obsesionara e influenciara. La frase elegida es el epígrafe de "Soy fiestera", mi tercer libro, publicado en 2006, pero que a su vez es el libro que empecé a escribir después de publicar mi primer poemario ("Lo que huye", 2003).
Soy fiestera... ¿y qué?
por Mercedes Gómez de la Cruz

“la alegría no es sólo brasilera”
(de “Yo no quiero volverme tan loco”, Charly García)

¿Qué edad tenía yo la primera vez que escuché un tema de Charly García? Creo que ocho años y fue “Yendo de la cama al living”. Cada noche escuchaba la radio junto a mi padre, así pasaban Los Beatles, Pink Floyd, Queen, Kiss, etc. Hasta que en el ’82 pasó lo que pasó y entonces... Recuerdo que me impresionó el bostezo del principio. Pero la canción que rondó mi mente durante años es “Yo no quiero volverme tan loco”, del mismo disco, el mismo año, la misma edad. Entre la radio y una vecina que ponía García toda la tarde, el aire estaba lleno de esas canciones.
Cecilia tomaba sol a fines del ’82 o comienzos del ’83, en su terraza, junto a la mía. Giraba en su radiograbador el cassette de Charly, se sucedían los temas hasta que algo en la atmósfera aisló el verso de uno que, entre otras cosas, decía: “la alegría no es sólo brasilera”. Y el desconcierto que produjo esa frase en mí, abrió las preguntas: ¿por qué dice que la alegría no es sólo brasilera? ¿Por qué alguien podría suponer que la alegría es sólo brasilera? Y me dí cuenta que García podía tener razón, que los argentinos no somos tan alegres como los brasileros, y entonces me volví a preguntar: ¿por qué? ¿por qué no? Y comencé a buscar las respuestas a esas preguntas. Y empecé a indagar sobre el modo de sostener esa afirmación -“la alegría no es sólo brasilera”-, a buscar el modo de sumarme a esas palabras y a la invocación de la alegría (aunque fuese desde la nostalgia o desde la melancolía, o desde la saudade).
Nunca fui a Brasil. Y Argentina no es Brasil. ¿Entonces? ¿Cómo sería una alegría argentina que estuviera más allá de la algarabía futbolera sin olvidarse que tenemos el tango llorón y sin caer en la vana adopción del “pepepepé” del “bloque carioca”?
Hace poco leí por ahí que uno escribe sobre aquello que quiere aprender. Empecé a escribir los poemas de “Soy fiestera” como un desafío, después de publicar mi primer libro, para darle lugar a aquello que estaba en mi cuerpo pero no en el cuerpo de mi escritura de hasta ese momento, sino en germen.
Siempre quise ser bailarina. Siempre quise ser cantante. Y bueno, no soy bailarina, no soy cantante. Soy poeta. Escribo poesía y también ensayos y también cuentos que no muestro a nadie (casi). Canto en la ducha, en peñas y en fogones. Bailo en fiestas, en boliches y en milongas. Así fue que a fines de 2003 salí a bailar más que nunca, numerosa y desaforadamente, con una antena puesta, como haciendo un trabajo de campo. Agudicé el oído y accioné los músculos ante las canciones que bailé cada noche, en el recuerdo y en el presente. Buenas canciones. Malas canciones. Rock nacional. Música electrónica. Pistas de VJ en noches de trance. Cumbias. Todo lo que bailé. Todo lo que viví lo hice poemas. Sin embargo, ¿qué importa la biografía? A la hora de escribir, una anécdota biográfica no es más que un punto de partida. Es poco lo que puede sostenerse un libro de poemas escrito desde un punto de vista meramente autobiográfico; considero que su lectura podría interesarle sólo a mi familia y a aquellos que han bailado conmigo... Tenía que esforzarme más, mucho más. Estudiar más. Leer más. Leer en clave también. Y escuchar... Y busqué. Y me reencontré con aquellas cosas que me habían acompañado desde siempre: el rock, las cumbias de los sábados en barrio Rucci, la percusión de las milongas, los boleros, mi fascinación por lo indígena y por lo negro. Encontré las canciones del Chango Rodríguez. Me dejé llevar por las murgas uruguayas, las de Cuyo y también las de Saladillo, tanto como por Los Palmeras y el cantobar de cumbias de la esquina de San Martín y Tucumán. Cultura popular llaman a esto las cátedras, las academias que siempre andan buscando rastros, huellas de una tradición que no sea pura evanescencia, que no se volatilice, que se sostenga en los papeles... Tenía que rastrear en las bibliotecas, claro, y aparecieron estudios críticos, ensayos antropológicos, históricos y sociológicos sobre los carnavales y los negros en Argentina, sobre la literatura de origen negro en Iberoamérica. Y Nicolás Guillén, Carlos Germán Belli, Diana Bellessi, María del Carmen Colombo, recopilaciones de poesía oral africana y tradiciones de las Antillas. Quise aprender la alegría. Charly García dice que la alegría no es sólo brasilera, que también existe fuera de Brasil y su cultura. Pero si Brasil es EL lugar de la celebración y la danza!!! ¿Dónde está hoy en nuestro país la celebración y la danza? La tensión poética de aquel verso guió mi voluntad de conocer la alegría argentina y la encontré en la lenta lectura, en el ejercico de la danza caótica, sin género, sin escuela, sin método, para darle cuerpo de libro para invitarlos a leer y también... a bailar...


(Publicado en Revista Plebella, Nº 10, Bs.As., abril de 2007)


viernes, junio 06, 2008

Carta abierta

Desde el comienzo de este blog he procurado hablar de las cosas que importan a la cultura y a la vida cotidiana que me toca sin comentar con profundidad temas de política. En los últimos tiempos el ruido de los noticieros es ensordecedor. A eso hay que sumarle el bullicio que generan miles de cartas por meil que piden ser firmadas, a favor y en contra de (el campo, el gobierno, el tren bala o no bala, las nominaciones al premio nobel, el salvataje de las ballenas, la protección del carpincho, el sábalo, etc).
Queridos todos, ya estoy aturdida. No entiendo nada. Sólo sé que no sé nada, como decía el filósofo. ¿Es que no existe la posibilidad de encontrar un punto en común y partir de allí? ¿Es que acaso no queremos todos juntos vivir mejor y encontrarnos?
Estamos viviendo la historia de un gran desencuentro: el de cada uno de nosotros con su hermano.

lunes, junio 02, 2008

viernes, mayo 02, 2008

Y ahora?


Gaby Bex
SHOW
muy vivo en el macro




Sábado 10 de mayo a las 23:30,
en el Piso 7 del MACRO

(Bv. Oroño y el río Paraná)

Rosario


presentación de


Mandona


álbum debut de Gabriela Bejerman





Una vez finalizado el show la noche continuará con una


fiesta en donde Gaby Bex oficiará de DJ.





“Mandona” es un disco que combina el pop electrónico, el humor sexy y la poesía de Gaby Bex. El álbum fue mezclado y producido por Gabriel Lucena, e incluye emotivas baladas y ¨raps poéticos¨, además de los bailables hits que ya vienen sonando en las pistas: “Palpito papito” y “Puta adolescente”.

Bex nos tiene acostumbrados a shows despampanantes, combinados con una cálida intimidad. El carisma de Gaby Bex ha cautivado al público en México, Berlín, Montreal, Santiago de Chile y Montevideo, además de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba, entre otras ciudades de nuestro país.

Gabriela Bejerman (Gaby Bex, escritora) ha publicado libros de poesía (“Alga”, Ed. Siesta, 1999), cuentos y novelas (“Presente perfecto”, Ed. Interzona, 2004) y es considerada una de las voces más destacadas de su generación. De la performance de poesía con música electrónica pasó a hacer sus propias canciones. A fines de los 90s editó junto a Gary Pimiento la revista ¨Nunca nunca quisiera irme a casa¨, con la que comenzó el boom de la poesía joven en Buenos Aires.


Invitación vía Irinita




martes, abril 29, 2008

martes, abril 15, 2008

Mariposas en la panza

Ya salió! Ya está entre nosotros! es ella! la más bella mariposa quechua!

La editorial que mi queridísima amiga Elma lleva adelante con buenos compañeros


Buena suerte bonita!

martes, enero 22, 2008

Un año más...


Entre notas y polémicas, poco antes de que terminara el 2007, apareció "Era el cielo", una nueva novela de Sergio Bizzio, autor por el que desde hace años profeso una gran admiración. Después de leer dicha última novela me decidí y le hice esta entrevista, publicada el domingo 13 de enero de 2008, en el diario La Capital, de Rosario.

Aquí, la nota completa:


"El realismo es lo que escapa"

Lejos del delirio de sus novelas “Planet” (1998) y “En esa época” (Premio Emecé, 2001), más cerca de una escritura realista, acaba de aparecer “Era el cielo” (Interzona), última novela de Sergio Bizzio (Ramallo, 1956). Autor de guiones de programas de televisión como “Malandras”, “Tumberos” y “Disputas”. Para cine escribió y dirigió las películas “Animalada” (2001) y “No fumar es un vicio como cualquier otro” (2007). También escribe poesía, sus libros “El abanico matamoscas” y “Paraguay” circularon en papel durante la década del ’90 y actualmente pueden encontrarse en internet. Escribió además la obra de teatro “Gravedad”, y junto a Daniel Guebel, publicó la novela “El día feliz de Charlie Feiling” (Beatriz Viterbo, 2006) y las obras de teatro “El amor” y “La china”. Al recorrer la obra narrativa de Sergio Bizzio sorprende la diversidad de las historias que cuenta y sus resoluciones, despreocupadas de todo verosímil. Un panorama que se presenta ecléctico integrado por siete novelas, un ensayo (“El genio argentino”) y el libro de cuentos “Chicos” (2004), de cuyo relato “Cinismo” es adaptación la película “XXY”, de Lucía Puenzo. En tanto su novela “Rabia” (Interzona, 2005, Premio Internacional de la Diversidad, España) cuenta la historia de un asesino que vive clandestinamente en la casa que habita su amada, “Era el cielo” narra los pormenores de una separación y el consecuente alejamiento de un hombre respecto de la vida cotidiana de su pequeño hijo. Escritor permanente, infatigable casi, Sergio Bizzio aceptó esta entrevista por email con motivo de la reciente publicación de esta última novela.

¿Qué te llevó a escribir “Era el cielo” en primera persona y con un protagonista que no tiene nombre?

-Escribí el primer capítulo, o buena parte del primer capítulo, en tercera persona, pero sentí que algo (el saber panorámico, multidimensional, de la tercera persona) me mantenía a una distancia no del todo cómoda, ni justa, con lo que empezaba a contar, que era la intimidad de una separación, y desde la base en la que pensaba apoyarme, que es la experiencia personal. Así que lo reescribí en primera persona y todo se ajustó y deslizó hacia adelante.

-Desde “Un amor para toda la vida” (el último cuento de tu libro “Chicos”) hasta “Era el cielo” parecés haber asumido el realismo como estética, ¿por qué ese cambio?

-Yo escribo frases, no escribo géneros. Mis preocupaciones y mis intereses van a paso de hormiga, son microscópicas, milimétricas, independientes del resultado, por lo menos hasta que llego a un final. Ahí es cuando podría reconocer que “asumí” una determinada estética, sin que eso importe demasiado. Carezco de planes, y no es una jactancia: me gusta que sea así. Pero tengo algunas “aspiraciones”. Ser claro es una. No simple, o sencillo, porque esa es una capacidad que haría más aburrida mi vida si se me diera. Hablo de la claridad en el sentido de transparencia, de lo que es una cosa y a la vez otra. Ese engaño, por decirlo de alguna manera, es lo que funciona como “realismo” en mis novelas. Pero el realismo es lo que se escapa, lo que en verdad gotea, lo que se pierde, exactamente “como agua entre los dedos” (abiertos). Mejor así, como decía Lamborghini. El realismo exagera sus anhelos.

En esta nueva novela aparecen elementos que no están en el resto de tu obra narrativa, como son las referencias a otras obras literarias y citas dentro del texto, incluso pareciera haber juegos, guiños de lectura (como la aparición de la imagen del vaso de agua con una cucharita adentro, muy Saer... incluso las anotaciones sobre el decir en la novela) ¿Cuál es la búsqueda ahí?

-No lo sé. Yo no busco. Lo único que hago a propósito es leer. Todo lo demás, aunque suene hippie, sucede. Excepto cuando corrijo, por supuesto. No hay nada más deliberado que la corrección.

Teniendo en cuenta que trabajás como guionista y que, según has afirmado en varias ocasiones, "vivís" escribiendo ¿qué lugar ocupa la literatura? Es decir ¿cómo es esto de que tu obra está escindida de tu trabajo de escritura como guionista?

-En marzo empiezo a escribir una serie de televisión para Fox, pero lo cierto es que en los últimos años mi trabajo como guionista se limitó casi exclusivamente al cine, donde me siento mucho más cómodo (e interesado) que en la televisión. Voy a escribir esa serie por una razón hecha de partes: en parte porque van a producirla los hermanos Borenzstein, lo que garantiza un máximo de seriedad, en parte porque va a emitirla Fox, lo que garantiza un máximo de calidad, y en parte porque necesito trabajar para vivir, aunque nada garantice que me paguen. Lo descuento. Pero el “lugar” de la literatura es único y está completo.

En la novela se habla de que escribir no es vivir ¿cómo funciona en vos esto de "vivir escribiendo"?

-Como un defecto, pero feliz. Un defecto “social”. Me molesta que me interrumpan, que me propongan cosas, que me inviten a salir o que venga gente a casa. “La vida sería llevadera si no fuera por las diversiones”, decía Wilde. Yo empecé a escribir a los 12 años y recuerdo con absoluta claridad el fastidio que sentía cada vez que mi madre me llamaba a comer, o cuando mis amigos me pasaban a buscar para escuchar discos o para jugar al fútbol, o lo que fuera (todas cosas que me gusta hacer, además). Pero la literatura ocupa mucho tiempo, muchas horas cada día, durante años, a solas, en tanto que “la vida” es lo que sucede afuera, en compañía de otros. Es la aventura concreta. Algo que no desprecio para nada, al contrario. Puedo pasarme varios meses completamente encerrado, como una ostra con dedos, escribiendo, pero termino y levanto la cabeza y lo primero que hago es preguntar si hay alguna fiesta por ahí. Y si hay, voy. (También acepto asados).

¿Cuáles son las lecturas que disfrutás?

-Hoy empecé a releer “La boca del caballo”, de Joyce Cary, que cuenta la historia de Gulley Jimson, un pintor genial, desordenado y maldito, para quien el arte no es otra cosa que formas de intuición y deleite, y que está escrita con “pinceladas” de humor, de rabia, de tristeza, radiográficas, intimistas, descriptivas. Hacía mucho tiempo que no la leía. Me había encantado a los 18 años, y a los 20, pero ahora me desconcierta un poco: la novela es de 1940 y somos mucho menos románticos y tal vez un poco más irónicos que Gulley Jimson, pero sigue siendo muy entretenida. De tanto en tanto dice cosas como ésta: “Las mujeres tienen tres juegos de ojos. Uno en los dedos para las telas y la moda. Otro en la parte de atrás de la cabeza para el pelo. Y otro en todo el cuerpo para ver a las demás mujeres. Los ojos que tienen en la cara no los usan para ver, sino para mejorar su apariencia”.

Y, para terminar ¿dónde y con quién o quiénes hiciste tu formación?

Es una pregunta encantadora para mí, pero la respuesta te haría pensar que me burlo. Además el espacio de esta nota no alcanzaría para contártelo todo. Para eso debería escribir una novela. Y quizá lo haga. ¿Quién dijo que una novela no puede ser una respuesta? Podría divertirme mucho contando esas cosas, con lugares y nombres y diálogos reales. Y es más: ya mismo empiezo a considerarlo. Una vez estaba sentado a la mesa de un bar con Fogwill y entró un amigo mío, un tipo muy católico que tocaba el saxo en una banda de rock, apoyó las manos en la mesa, y una cruz de plata saltó de entre su camisa y quedó bailoteando sobre la mesa mientras él me decía algo “importante”. Hablaba, y hablaba, y hablaba, y todo lo que decía era serio, profundo, trascendente. Y en determinado momento Fogwill, que nunca antes lo había visto, lo miró y le dijo: “¿No te alcanza con la cruz de ser boludo?”. Sí, podría empezar así, con esa escena. Es muy probable que me ponga a escribirlo. ¿Por qué no?