miércoles, febrero 15, 2017

El poder de las tetas


Crónica en primera persona sobre el 
Tetazo del martes 7 de febrero de 2017
en el Monumento a la Bandera, Rosario
 Nota publicada en El Eslabón, edición 286,
 Rosario, 11 de febrero de 2017





Siempre fui tetona. Mis tetas hicieron explosión a los 10 años y a esa edad un chico de casi 16 me dijo algo mientras pasaba en bicicleta. Por su tono violento creí que me había insultado. Lo putié sin siquiera saber cuáles fueron sus palabras. Así empezó lo que para mí se volvió cotidiano: las miradas y la catarata de cosas que me veía obligada a escuchar sobre mis tetas a las que han llamado “pechuga”, “caja de herramientas”, “alcancía”, amén de los “te chupo toda” y un infinito etcétera. A los 12 años mis compañeros de escuela me decían Afrodita, por la robot compañera de Mazinger Z. Escribí un poema sobre eso. Creo que mi libro “100 muñecas” me resilió de todo lo que atravesé durante la pubertad con relación a mi cuerpo y los mitos del barrio, eso de que si sos tetona es porque alguno te amasó las tetas como masas para el pan. Todo esto antes de los 14. Por eso la palabra “tetazo” forma parte del vocabulario que me circunda, como parte del universo de lo posible y realizable.



Selfie y atrás, las chicas preparándose


Una movida así es más fácil en la masa de las grandes ciudades donde sos una más. En Rosario una movilización de estas características implica asumir un grado exposición pública que se vuelve extrema por la proximidad. Creo que el “tetazo” fue su expresión más alta: ¿Voy o no voy? ¿Voy con remera? Me pongo corpiño ¿me lo saco? ¿sí o no? Que el trabajo, que los jefes, que los compañeros de trabajo, que los amigos, los amigos de los amigos y un largo etc que las mujeres evaluamos antes de desnudarnos el torso, además del propio pudor ante la exhibición del cuerpo. Ni hablar si sos docente y mucho más si lo sos en una escuela privada. Sumale los complejos que podamos tener: teta chica, teta grande, teta con pelos, con estrías, con cirujías… y la panza!





Llegué temprano al Monumento. Fui con todo esto en la mente y en el cuerpo. También con incertidumbre: ¿Habrá mujeres indignadas rondando? ¿Y hombres curiosos? Me acerqué al grupo de organizadoras para saludarlas y también por sororidad, fue una semana fuerte para ellas, de mucho trabajo y no se sabía si seríamos 20, 200 o 2.000. Un rato después fui hacia la esquina del Concejo, donde me reuniría con amigas. Allí presencié escenas diversas de varones que iban al Monumento a “curiosear” y “a ver minas”. Un hombre de unos sesenta años que había estado diciéndome cosas, se paró junto a mí, lo miré a la cara, directo, sin expresión determinada pero firme. No me dijo nada más y cruzó la calle. Cuando saludé a un camarógrafo amigo los “curiosos” eran ya una turba evidente entre las mujeres que empezaban a llegar. Mis amigas se demoraban y yo quería ya ir a hacer número para que otras se animaran a entrar al patio cívico. No estaba sola, empezaba a encontrarme con más y más mujeres que conozco de diversos espacios: la literatura, la facultad, la familia, laburos, amigos en común, activismo. Primero me saqué la remera y me quedé en corpiño. Al rato llega una cumpa con sus tetas en bodypainting y me da fuerzas para quedarme en piel, en tetas. 



Una selfie junto a Mariana Catalin

Sacándonos la selfie nos pescó 
Alan Monzón para Rosario 3





Llegan las mujeres de mi tribu, mis amigas, ninguna se saca la remera. No era condición hacerlo para estar ahí. Trajeron unos carteles alucinantes: “La teta que alimenta nos hace libres” “Quiero caminar sin miedo por ser mujer” “Mi cuerpo, mi decisión –lactancia, aborto, parto respetado, topless”. 




Con pancartas, Alicia Salinas, 
María Petraccaro y 
Julia López Barraza 
Foto: Valeria S.

De izq. a der., Vanesa Maceroni, Alicia Salinas, María Petraccaro, Mariana Catalin, Julia López Barraza y yo. Foto: Valeria S.



Aquí las mismas en selfie con los ojitos de Valeria S.





Bailo. Foto: Valeria S. (detalle)



De espaldas, Lala Brillos, conductora y co-organizadora del evento junto a Majo Gerez. Adelante, junto a la multitud, Carla Saccani, también organizadora del Tetazo en Rosario.
Foto: Eva Wendel


Bailamos, nos cuidamos y pusimos garra. Las organizadoras nos invitaron a subir al escenario con otros grupos y todas nos pusimos a cantar con las mujeres de “No somos basura”. Termina la canción y empezamos a bajar del escenario cuando veo a una mujer mayor subiendo con dificultad ayudada por otras, con una mano levanta su camisa y descubre su único seno, el izquierdo. Con la otra mano sostiene una foto de Milagro Sala sobre el seno ausente. La miro y la acompaño. Siento que si hay motivos para estar ahí en tetas, uno es mi hija. Otro, es ella. No la conozco, no sé su nombre ni cuántos años tiene. Todos tenemos alguna historia con el cáncer y todas tenemos alguna historia con el dolor y la opresión sobre nuestros cuerpos. Pensé en mis tías que murieron de aquello que a ella la había mutilado. La ví sonreir mientras mostraba su cuerpo. La abracé mucho. Le dije lo hermosa que es y le agradecí. Ella me dijo: “Gracias a ustedes”













Fotos en la edición 
original del informe: Andrés Macera



miércoles, febrero 01, 2017

Fluir (repost reloaded)

Hace un tiempo Débora Tenenbaum Rucsica publicó en su blog una recopilación de autorretratos menstruales realizados por veintiocho mujeres. El título es Sin nombre - autorretratos menstruales. Cuando Débora subió la publicación a la web hacía apenas unos meses que había parido a mi hija, faltaba mucho aún para que la sangre volviera en mí con buen ritmo, mi bebé era pequeña y continuaba mi puerperio. Los retratos y los textos de ese coro me conmovieron profundamente. Pensé en mis propias vivencias menstruales: las irregularidades, el dolor, los malestares, las manchas en la ropa. La sangre en nuestra cultura. Las mujeres pasamos años escondiendo y contrariando la naturaleza de nuestro cuerpo. Los líquidos azules de las publicidades y el ocultamiento de la menstruación. El útero y el ocultamiento del "celo" de la hembra humana. Los tabúes y los mitos. Muchas a mi alrededor han manifestado repulsión hacia su propia sangre menstrual. Afortunadamente, en el último tiempo vital de los ciclos fui encontrándome con otras mujeres, comunicándome con mis pares-hembras-hermanas a las que su sangre no las repugna, admirándome de nuestra fuerza. Me llevó tiempo encontrar mi momento para hacer mi autorretrato menstrual. Lo hice.
El primero, sobre el filo del final de esos días, suave y raro. Lo hice sin pensar: mientras orinaba vi mi sangre retirándose. Me sequé y fui a buscar una hoja, la ubiqué en el suelo del baño, me bajé la bombacha y abrí las piernas. En cuatro patas, con los pies plantados al piso, las rodillas apenas dobladas, las manos en el suelo. La sangre espesada de los últimos días no se desliza fácilmente, de manera que los trazos fueron cortos, más aún porque era poco el material y algo seco. Desde chica soy zurda no contrariada y sin embargo dibujé con la mano derecha, en una postura atávica, primitiva. Cuando terminé vi mi imagen suave: me dibujé de perfil, algo de los hombros, mi pelo crespo, mi nariz y una mano en un gesto elevado, como hablando. Ese primer autorretrato menstrual con el tiempo se fue borrando del papel, quedaron apenas marcas: la sangre se diluye, como todo lo orgánico. Lo sobrevive este poema:


Es la sangre
que me sostiene
(La que cobijó
y dio a luz)
La sangre nido
sangre río
limo
íntima
poderosa
tibia
latente
enérgica

energética.


(autorretrato menstrual I, marzo de 2014)


... ... ... 


Mi segundo autorretrato menstrual, más fuerte, fue ritual de sanación y todavía está visible. Lo hice casi un año después del primero. Fue en los primeros días del ciclo, la sangre más abundante, líquida, roja y sin embargo igual de poco corrediza. Las células están vivas y en esa vida propia no son fáciles de manipular. Me preparé distinto, esta vez dibujé con los dedos de la mano izquierda y conciente. Me acomodé en cuclillas y me entregué a la sorpresa de ver lo que aparecía: una figura de frente y en movimiento, mucho pelo, sonrisa, algo de imposición en la postura de la silueta dibujada: sanar, salir adelante. Entonces, después de mirar mi nueva obra, escribí:


yo me reconcilio
y te saludo,
sangre mía,
nido y despedida
forma de mí
cosa viva
materia
marca
principio
también

fin



(autorretrato menstrual II, enero de 2015)