Hace un tiempo Débora
Tenenbaum Rucsica publicó en su blog una recopilación de autorretratos menstruales
realizados por veintiocho mujeres.
El título es Sin nombre - autorretratos menstruales. Cuando Débora subió la publicación a la web hacía
apenas unos meses que había parido a mi hija, faltaba mucho aún para que la
sangre volviera en mí con buen ritmo, mi bebé era pequeña y continuaba mi
puerperio. Los retratos y los textos de ese coro me conmovieron profundamente.
Pensé en mis propias vivencias menstruales: las irregularidades, el dolor, los
malestares, las manchas en la ropa. La sangre en nuestra cultura. Las mujeres pasamos
años escondiendo y contrariando la naturaleza de nuestro cuerpo. Los líquidos
azules de las publicidades y el ocultamiento de la menstruación. El útero y el ocultamiento
del "celo" de la hembra humana. Los tabúes y los mitos. Muchas a mi
alrededor han manifestado repulsión hacia su propia sangre menstrual.
Afortunadamente, en el último tiempo vital de los ciclos fui encontrándome con
otras mujeres, comunicándome con mis pares-hembras-hermanas a las que su sangre
no las repugna, admirándome de nuestra fuerza. Me llevó tiempo encontrar mi
momento para hacer mi autorretrato menstrual. Lo hice.
El primero, sobre el
filo del final de esos días, suave y raro. Lo hice sin pensar: mientras orinaba
vi mi sangre retirándose. Me sequé y fui a buscar una hoja, la ubiqué en el
suelo del baño, me bajé la bombacha y abrí las piernas. En cuatro patas, con
los pies plantados al piso, las rodillas apenas dobladas, las manos en el suelo.
La sangre espesada de los últimos días no se desliza fácilmente, de manera que
los trazos fueron cortos, más aún porque era poco el material y algo seco.
Desde chica soy zurda no contrariada y sin embargo dibujé con la mano derecha,
en una postura atávica, primitiva. Cuando terminé vi mi imagen suave: me dibujé
de perfil, algo de los hombros, mi pelo crespo, mi nariz y una mano en un gesto
elevado, como hablando. Ese primer autorretrato menstrual con el tiempo se fue
borrando del papel, quedaron apenas marcas: la sangre se diluye, como todo lo
orgánico. Lo sobrevive este poema:
Es la sangre
que me sostiene
(La que cobijó
y dio a luz)
La sangre nido
sangre río
limo
íntima
poderosa
tibia
latente
enérgica
energética.
(autorretrato menstrual
I, marzo de 2014)
... ... ...
Mi segundo autorretrato
menstrual, más fuerte, fue ritual de sanación y todavía está visible. Lo hice
casi un año después del primero. Fue en los primeros días del ciclo, la sangre
más abundante, líquida, roja y sin embargo igual de poco corrediza. Las células
están vivas y en esa vida propia no son fáciles de manipular. Me preparé
distinto, esta vez dibujé con los dedos de la mano izquierda y conciente. Me
acomodé en cuclillas y me entregué a la sorpresa de ver lo que aparecía: una
figura de frente y en movimiento, mucho pelo, sonrisa, algo de imposición en la
postura de la silueta dibujada: sanar, salir adelante. Entonces, después de
mirar mi nueva obra, escribí:
yo me reconcilio
y te saludo,
sangre mía,
nido y despedida
forma de mí
cosa viva
materia
marca
principio
también
fin
Publicado en Divino Femenino Fanzine Convocatoria
No hay comentarios.:
Publicar un comentario