Cuando se sale a caminar, o cuando se inicia un viaje, es inevitable el punto de partida. De ese lugar del que nacemos al camino, recaudamos lo necesario para el trayecto. Y llevamos un nombre. Y nuestra manera de nombrar lo que nos rodea, nos habita o nos visita.
Yo, florecita, no me llamo arbolito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario