Hubo un tiempo en que estaba adormecida, hace mucho.
Y me desperté.
Y me desperté.
Un día me encontré conmocionada por esta canción que ya era vieja entonces. Living Colour volvía a enamorarse tras su separación y yo lo redescubría. Llegaba a mí como el brillo de una supernova.
Y resulta que ahí, el latido sucedió: te mirás en el espejo, sos nueva.
Cambió el panorama.
Después de una etapa veloz e intensa para mí (breve tiempo equivalente a cien años) pasó que Living Colour vino a Rosario.
Año 2007, en Willie Dixxon -lugar de historias si los hay- tocan por primera vez en la ciudad. Allá fui con mi amado a escuchar, a ver, a mirar, a vivenciar esas leyendas que nunca creímos ver por acá (ya había sido bastante ver a Vernon Reid con su banda a fines de 2005 en sala Lavardén y el pequeño McFerrin que me saludó en la calle-!) Estábamos en el Dixxon, disfrutando en una nube las canciones conocidas cuando suena Go Away . Estaba emocionada. Nunca había escuchado esa canción. El show estaba en un punto de deslizamiento sonoro total. La felicidad. El goce. La maravilla. Todo eso hacía que la sangre corriera rápido por mi cuerpo. Me sentía realmente feliz. De manera completa. Hubo un vuelco sonoro en la caída del bajo -que en esta versión está cerca del minuto 3.35. Antes, una aglomeración. La caída de graves en aquella versión en el Dixxon se me figuró o fue, más larga. Desde ahí en más, todo fue elevación. Amor puro.
Termina el show. Vamos a la barra mi amor y yo. Cerveza, miradas él y yo.
Amor total.
Después, dos veces más estuvieron por acá. En 2009 en el Dixxon presentando el bellísimo The chair in the doorway. Y la última en 2013 -para celebrar los 25 años de su primer disco- en Club Brown donde hicieron una paroxística versión de Which Way To America. Me bailé todo, como en una tormenta.
Gracias vida. Gracias Living Colour.
Foto: Ernesto Ávila
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