El légamo sobre la piel de los riñones, la grava sobre el nervio óptico, tolerancia y continencia. Absoluta aridez, has absorbido toda la memoria individual atravesándola. Te has establecido en las inmediaciones de las fuentes, alrededor del cuenco, ese avispero. Rumias. Te orientas. Soberana y madre de un gran mudo, el hombre te ve en su navaja de afeitar, la compensación de su desgracia, la de una dinastía esencial.
El invencible durmiente mostraba que ahí donde la mica era permeable a las lágrimas, la presencia del mar no se explicaba. En nuestros días, los mismos ociosos distinguen en los frescos cerebros inocentes las perturbaciones insuperables de la edad futura. Síntomas de la angustia en el exterior de las sepulturas de la ingenuidad en éxtasis; -oh profanación del espíritu termidor de familia, ¿tendremos el tiempo de imponerte nuestra grandeza?- La intacta crisálida ha recobrado sus propiedades provocadoras de vértigo. La perforación de las células del rayo, el cruce de la chimenea anatematizada, el reconocimiento de las creencias olvidadas, se suceden a través de los relámpagos, el abrasamiento y la revelación de la especie fulgurante de semilla solar. El destino de la imaginación que se adhiere sin reservas al desarrollo de un mundo totalmente renovado de su atractivo podrá determinarse durante las excavaciones en los archipiélagos del estómago, después del brutal ascenso hacia la inteligencia insumisa, del tesoro sísmico de las hambrunas.
(de "Abundancia vendrá", incluido en "El martillo sin dueño", 1934)
Traducción mía.
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