Estuvo lloviendo una semana entera. El arroyo Ludueña casi desborda. Vivo cerca de ese arroyo y durante varios días la avenida que va al centro estuvo cortada como producto del crecimiento del nivel del agua. El miércoles pasado, en medio de este panorama, no tuve mejor idea que ir al shopping del parque Alem (sí, sí, ese que está junto al Ludueña) Era de noche, el colectivo me dejó en medio del parque porque tuvo que desviarse por el estado de la calle. Corrí entre el barro, con mi paraguas, estaba oscuro. La única luz que veía era la del shopping, cruzando el arroyo. Estaba asustada. Entonces vi la lucecita de una guardería náutica, y pregunté cómo llegar al centro comercial: no me había dado cuenta que estaba a escasos diez metros del puente que lleva hasta allí. Así que lo crucé, ahí fui bajo la lluvia a comprar unos herrajes y suplementos para cortinas. Todo bien, hasta que salí del shopping a las diez y cuarto de la noche: luces cortadas en la zona, siluetas en la oscuridad, siluetas de hombres en bicicleta, siluetas de gente acodada en la baranda alrededor del arroyo, gente mirando el agua turbulenta iluminada por el resplandor de las luces del shopping. Seguía lloviendo. Un frío húmedo y engañosamente suave agitaba el aire. Así caminé hasta la avenida. Y me instalé en una esquina a esperar el taxi en el que me buscaría mi familia, rumbo a mi casa -qué gran cosa es a veces el celular...- En esa esquina presencié una escena de locura, que ahora vislumbro como la punta del iceberg de la locura a la que puede llevar la desesperación: un hombre irascible se ofuscó porque el tránsito estaba interrumpido por peligro de hundimiento de la avenida principal y como su auto no estaba en buenas condiciones, el agente municipal a cargo del desvío de vehículos le pidió sus papeles. El hombre se dió a la fuga. Pero minutos después volvió al lugar para darle pelea al agente. Y desataron sus furias. Y ya no vi qué pasó.
Como dije: "para muestra, basta un botón"
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