martes, marzo 24, 2020

diez mundiales

No olvidamos. 
No perdonamos. 
No nos reconciliamos.

Memoria, Verdad y Justicia
Fueron 30000

 Patricia Elizabeth Marcuzzo y Walter Rosenfeld
PRESENTES AHORA Y SIEMPRE





Cobró sentido el silencio que recordaba y lentamente también muchas otras cosas. A partir de allí la tarea fue reconstruir la historia y revelarla tan completa como le fuese posible, aunque sea para sí misma.

Primero, la primera parte, la prima desaparecida de su madre (punto) Se lo dijo. Hija de quién. Eso no lo pudo escuchar hasta mucho después. El único detalle que conocía de esa historia era la frase “yo tengo una prima desaparecida” y el inmediato ahogo del llanto materno. Es decir, no podía preguntar.

La muerte tiene esas cosas: separa lo separado y une lo que estaba unido. Acomoda y aclara con los huecos. Un amigo le dijo: "Murió Videla. El dictador que dijo: “los desaparecidos no tienen entidad, no están ni vivos ni muertos, no existen”. Será recordado con agradecimiento por muchos poderosos de la Argentina. Nosotros, los que tuvimos hijos en los dos mil y vimos a Néstor Kirchner descolgar su cuadro, pudimos dejar atrás nuestras pesadillas de chicos. Hay que festejar eso."

La verdad es que había estado pensando más en el tiempo pasado, en la maduración, en el trabajo en terapia, en los encuentros familiares que ya habían dejado de ser sólo a la mesa de celebración. Entre todas las cosas que habían cambiado estaban las fotos de la familia, que cambiaron de mano. Y, lentamente, el silencio se fue significando. No aquel silencio de la no existencia de sonido, sino uno que es como una película que tiene sonido pero cuya escena se ve siempre comenzada justo en el momento en que los personajes terminaron de hablar. Pero tampoco. Sí recuerda que acababan de gritar un gol de Argentina todos en la casa. Terminó el grito, el tío se da vuelta, mira a todos desde el extremo de la mesa, junto al televisor. Ella no recuerda el grito, sino que el grito finalizó; ese espacio tenue donde ya terminó la expiración que queda después del desahogo y antes de un nuevo sonido. No recuerda el audio de ese partido, sino uno genérico y por separado de ese recuerdo puntual. Recuerda también los festejos en la calle. Vivían en pleno centro y los papelitos llovían desde los balcones. Habían salido a caminar amparados por esa lluvia. Recuerda que había gritos de euforia, es decir, sabe que los había, pero en su cinta mental no se escuchan. Recuerda que alguien saltaba envuelto en una bandera y sabe que gritaba sacudiendo los brazos. El fenómeno se reproduce, es el mismo: silencio, pero no silencio, sino grito que terminó, o que no puede continuar. Un espacio de cinta apagado. Un vacío entre gritos simultáneos. En la mente tiene esas pausas, no el audio completo. Tenía cuatro años. 1978.


Si le preguntaban, hasta el año 1995, la dictadura era algo que había pasado. Si le preguntabas hasta el año 2000, más o menos, las huellas de esa parte de la historia argentina no eran tan significativas para su historia familiar. Si le preguntan después del 2010, tiene el corazón atravesado por la verdad. Y aunque sus recuerdos del mundial no se modificaron lo que cambió es que ahora comprende esos recortes en su memoria. Así se fue de su pecho el peso de la angustia. Recuperó la memoria de muchas cosas de un tiempo que, hasta entonces, había recordado como feliz.
Cuando tenés dos años y un grupo de tareas toma el edificio en que vivís, tu mente construye empalizadas protectoras hasta que puedas soportar el peso de la realidad. Su recuerdo empieza en brazos de su madre: las dos en la cama grande, el padre en camiseta y calzoncillos le alcanza los documentos a un hombre que está parado a los pies de la cama, en el extremo del cuarto. Ella no ve a ese hombre, sino al otro. El otro hombre está ubicado junto a la puerta de la habitación, tiene puesto un pasamontañas de lana, remera negra de mangas cortas. Es alto, fornido y tiene un arma larga colgando de su espalda. El arma en sus brazos, a la altura del pecho, de izquierda a derecha, el padre tiene que pasar delante de él obligadamente. Ahí se corta el recuerdo. Escena siguiente: habitación a oscuras, padre, madre y ella en la misma cama. A su izquierda está la pared que separa del departamento vecino. Llegan ruidos, es decir, sabe que llegan ruidos. Audio difuso de sonidos que no identifica. Pregunta a su madre qué pasa. La madre tiembla y llora. Pregunta por su amigo que vive en esa casa. Pregunta qué pasa. Su madre no dice la palabra “nada”. Su madre no dice.